El 11 de agosto del 2014 será recordado dentro del mundo del cine y el espectáculo como un día muy doloroso, en el que uno de los genios de la comedia y la actuación se despidió de esta vida, de la forma más inesperada por todos, el suicidio. Sus seguidores, entre los que me incluyo, muchos conocíamos de su pasado con el alcoholismo y otras drogas, pero también sabíamos de su voluntad para dejarlas; gracias a esa voluntad le mantuvo sobrio durante un periodo cercano a los 20 años, pero lamentablemente hubo un trastorno que le ganó la batalla, “la depresión”.
La última noticia que había leído acerca del actor, (hace poco menos de un mes) decía que éste, por motivación propia había decidido internarse en una clínica para seguirse manteniendo alejado del alcohol y para buscar apoyo por la depresión que sufría en ese momento. Habiendo superado tantas batallas fuertes imaginé que el señor Robin Williams también superaría este mal momento de su vida, lamentablemente no fue así. Es triste su pérdida tanto para su familia, como amigos, colegas y seguidores. ¿Quién se habría imaginado que aquel actor que nos hacía reír tanto y nos conmovía con sus interpretaciones, sufriría de depresión? Muy poca gente, de ahí viene mi análisis ¿Cuánto dolor puede esconder esa persona que siempre se la pasa haciendo chistes y haciéndonos reír?
Se nos fue nuestro Patch Adams, nuestro Peter Pan, el profesor de la sociedad de los poetas muertos y tantos otros personajes maravillosos a los que Robin, les dio vida. El caso de Robin Williams no es el primero que conozco dentro de la escena farandulera y que de igual forma me haya conmovido. Hace 4 años atrás y de una manera menos dramática, también falleció el músico Peter Steele de un infarto, luego de una larga enfermedad; apenas a la edad de 48 años, justo en el momento en que mejor estaba, ya tenía dos años sobrio y había reencontrado su espiritualidad, justo después de muchos años de lucha interior debido a su adicción a las drogas y al alcohol, además de “la depresión”.
Los miembros de la banda y fans que llegaron a conocerle en persona lo describían como una persona a la que siempre le gustaba hacer bromas y hacer reír a la gente. Eso se veía incluso en sus entrevistas televisadas. En algún momento también tuvo un intento de suicidio y hasta hizo chistes y canciones acerca de eso. De manera reiterada, con el humor negro y sarcástico que siempre le caracterizó también le escribió a la muerte. Por último, retrocediendo aún más en el tiempo, en el año 1994 el cantante y compositor norteamericano, Kurt Cobain, también abandonaba este mundo de una triste manera, mediante el suicidio; producto de un disparo en la cabeza con una de las armas que solía tener en su casa (según él para protección).
En una entrevista que le realizaron meses antes de su muerte, decía que “se sentía mejor que nunca y muy feliz”, además se había alejado de sus adicciones. Pero investigaciones que salieron a la luz posteriormente, demostraron que también tenía tendencias depresivas y nunca logró superar la separación de sus padres. Eventos que normalmente la gente común supera, pero siempre hay la excepción a la regla. Si seguimos adentrándonos dentro del dolor humano quizá encontraremos más casos similares, hago mención de estas tres personalidades por tener tres rasgos en común; primero que todo: siempre sentí empatía por su lado más humano, valorando más su parte humana, las de errar, caer y levantarse; incluso los aprecié más por sus dificultades que por el mismo hecho de ser artistas (cada uno muy bueno en su especialidad). El segundo y tercer rasgo en común es que eran bromistas y sufrían de depresión.
En algún punto de mi corta vida me sentí al igual que ellos, “la pieza que no encaja en el rompe cabeza” y también recurrí al igual que ellos, a la risa y hacer bromas para sentirme mejor (aún utilizo el humor), pero además tenía otras herramientas fundamentales, que tal vez ellos no tuvieron. Tenía y tengo una vida espiritual (sin ser fervientemente religiosa, todos los excesos son malos), no hay nada como estar en paz con nosotros mismos y edificar tanto en nosotros como en el prójimo lo mejor para el crecimiento personal y espiritual, no importa la creencia que tengas; sea cristiana, católica, wicca, budista o hinduismo.
Lo importante es no descuidar nuestro espíritu y nuestra conexión con los demás como parte de un todo. Otra cosa importante para superar la depresión es el contacto con la familia y rodearse de “buenas amistades». Comunicar lo que sentimos y nunca dejarnos guardado el sufrimiento. (Ya hemos visto que es un hábito muy malo y mortal.) Identificarás al buen amigo porque estará siempre ahí, aun cuando todos los demás se han dado la media vuelta, el buen amigo es aquel que te oye sin juzgar, el que sin importar lo ocupado que esté, sacará un tiempo de su día para demostrarte que le importas, el que te ofrece su hombro en los momentos difíciles y que no sólo te busca para ir de fiesta. Así que procuremos ser buenos amigos y rodearnos de amistades reales, leales y sinceras; en lugar de amistades efímeras, fiesteras, llenas de descontrol y vicios. Nunca conducen a buen puerto y como bien reza el dicho “Dime con quién andas y te diré quién eres”.
Algo importante que quiero destacar, es que debemos poner nuestro granito de arena para poder salir de la depresión, (no le podemos dejar todo al mundo exterior) mantener la mente activa, hacer lecturas positivas, entusiastas o simplemente de alguno de nuestros temas favoritos, favorece para una pronta recuperación del estado depresivo; incluso ofrecerle ayuda a alguien más puede hacernos sentir muy bien con nosotros mismos y hacernos sentir útiles, así podemos darnos cuenta que muchas veces nuestro problema no es tan grave como pensábamos. Para cerrar, si alguna vez se encuentran con un caso de similares características dentro del grupo familiar o un amigo cercano. Ofrézcanle mucho amor, la mayoría de las veces las personas conflictivas o que entran en profundas depresiones y adicciones, no son más que seres carentes de afecto y comprensión. Puede que resultes insultado alguna vez, pero no respondas de la misma manera, es mejor retirarse en silencio y darle tiempo a la persona para que reflexione acerca de sus actos. Se debe tratar en lo posible, de hacerle entender a esa persona que su conflicto tiene solución. Eso si, siempre desde la sinceridad genuina y la bondad, sin aires de superioridad ni egocentrismos. Tratar de ponerse en los zapatos del otro, nos hace más cercanos a esa persona que dentro de si, guarda tanto dolor y que muchas veces no sabe como canalizarlo.
Por: Ingrid Alexandra Morales Sierra (artista, escritora, investigadora incansable acerca de la mente humana).
PD: No soy psicólogo y las opiniones compartidas por mí desde lo personal, son sólo eso, una visión personal. En casos graves lo mejor será siempre acudir con un profesional